Hay quienes creen que las coincidencias no son azarosas. Más bien, creen que por algo suceden las cosas. Puede hablarse, de hecho, de una teoría en la cual la lógica adopta carácter universal. Es decir, que hay una serie de eventos fortuitos que determinan una realidad, y en ella se basa esa lógica. O destino. Llámenlo como quieran, pero la Selección Argentina está viviendo algo similar.
Se trata de una historia que tuvo lugar entre 1990 y 1991. Y el primer acontecimiento fue uno de índole mundial, porque la Albiceleste llegó hasta la final de la Copa del Mundo en Italia bajo el comando de Carlos Bilardo y con Maradona como bandera. También gracias al vuelo de Caniggia, al despliegue de Burruchaga y las manos de Goycochea, entre otras glorias de nuestro fútbol que participaron en ese equipo. Pero aquella oportunidad de lograr el bicampeonato se vio truncada luego del polémico penal convertido por Andreas Brehme, sobre el final del partido decisivo frente a Alemania.
A pesar de ello, Argentina tuvo su revancha. O, al menos, una revancha de alegría. Fue un año más tarde, cuando la tristeza ya había desaparecido para darle paso a la esperanza y el elenco del Coco Basile viajó hasta Chile para disputar la Copa América. ¿Hace falta decir el resultado? Simplemente, como para ahondar un poco más en el tema: los de celeste y blanco superaron la etapa inicial como punteros del Grupo A (8 unidades, dos arriba de Chile) y luego, en la fase final, vencieron a Brasil (3-2), empataron con el conjunto trasandino (0-0) y le ganaron a Colombia (2-1). Allí, en el Estadio Nacional de Santiago, un joven Batistuta culminó como goleador del torneo tras elucubrar plan y definición en el segundo tanto argentino, ése que sirvió para soltar el tan ansiado grito. Ése que devolvió las ganas de soñar. Ése que se convirtió en historia.
Tamaña saga de llantos duales, repleta de felicidad y de desconsuelo, nos hace viajar en el tiempo. Nos ubica en la actualidad. Por eso, tendremos en nuestra memoria reciente la final en el Mundial de Brasil 2014, en la que Argentina cayó 1-0 frente a Alemania. Y por alguna razón la suerte determinó que, un año más tarde, Chile sea suelo para renovar la sed de victoria.
Estamos en la final, sí. Otra vez en Santiago, claro. ¿Casualidad o destino? Podría vincularse esta situación, que tiene a la Selección Argentina como protagonista, a la teoría del universo lógico. Pero si de lógica se habla, es fácil deducir que ella va de la mano con el buen desempeño del equipo de Martino. En las vísperas del encuentro por la gloria, las hipótesis pueden tornarse infinitas. Lo único irrefutable es que los libros de fútbol contarán todo lo sucedido. Ayer y hoy. Entonces, ¿qué escribirán Messi y compañía?