17/09/2015

Tour con idioma español

Mudanza en el amanecer de esta historia. La de Martín, que de pequeño, con cinco años, tuvo que hacer las valijas para trasladarse desde San Miguel, Provincia de Buenos Aires, hasta Mar del Plata. Feliz ruta para la familia Mantovani, que se instaló en la ciudad portuaria para plantar nuevas raíces. Y con aires de mar comenzó el vínculo del niño con el fútbol. Siempre ahí, al lado de una pelota para cualquier foto. Ímpetu mostrado desde que dio su primera patada hasta que le llegó la oferta amigable del carnicero del barrio para presentarle a un técnico de Banfield. De una filial del club del Sur que desarrollaba funciones en La Feliz. Así arrancó la epopeya del talentoso defensor...

"Yo iba con mi mamá a comprar al supermercado y el chico que atendía la carnicería me vio con tantas ganas que me presentó al DT de baby de Banfield. Le hinché tanto a mi vieja que conseguí mi objetivo", suelta con simpatía nostálgica Mantovani. Primeros pasos en el cemento y con botines de tapones bajos para este amante de la pelota. Duraderos, pues, ya que hasta los 14 años desplegaría su juego deleitando a propios y extraños. Hasta que una tarde de 1998 sorprendió con un cambio de rumbo: las filas de Kimberley lo recibían con el verde césped de fondo.

Nueva casa, entonces, para el adolescente jugador en la mañana de esta historia. Fría por el viento que suele trasladarse desde las escolleras hasta la Avenida Independencia, y calurosa contradicción la producida en el cuerpo de Martín, que vivía su primera experiencia junto al pasto de cancha de once bajo sus pies. "Estuve durante seis años en Kimberley, hasta que a los 20 pasé a Cadetes de San Martín", recuerda el defensor. Dos temporadas más tarde, cuando el fútbol parecía quedar en segundo plano, llegó una oferta única, de la mano del representante Juan Esnaider. "No podía rechazar tal oportunidad, y decidí meterme en el avión hacia Europa".

Valijas nuevas, otra vez, para el joven corpulento que adquirió el Atlético de Madrid en el atardecer de su carrera. Inicios en las filiales del Colchonero que lo tuvieron entre 2006 y 2010 jugando en Tercera y Segunda División. Pero llegó un mensaje de la cultural ciudad de León, al noroeste de la península ibérica, que tampoco pudo rechazar Martín: "Era el momento de aspirar a un cambio de aire y pasé a Cultural Leonesa, de Segunda". Panorama de progreso que lo mantuvo un año en las filas de la institución, preparando su posterior pasaje a Palma de Mallorca, donde las puertas de Atlético Baleares estaban abiertas para Mantovani.

Eterno viaje por España, en fin, el del argentino, que en 2012 vistió la camiseta del Real Oviedo. Y allí forjó una de sus mejores campañas como profesional: disputó 35 encuentros y, a regularidad ganada, dejó Asturias para regresar a la capital del país peninsular. Es que su entusiasmo contagiaba tanto a sus compañeros como a los ojeadores de distintos equipos. Así pues, fue el Leganés el elenco que requirió sus servicios.

Papeles firmados para darle paso a una nueva hazaña con arranque en Segunda División B. Sí, categoría que quedaría en el pasado gracias al aporte de Mantovani. Cuota de sudor alimentada por la pasión albiceleste. Hambre de victoria que se propagó cual virus enérgico por todo el plantel del conjunto madrileño. Y un año bastó para que los Pepineros asciendan, tras 10 años de ausencia, a la Segunda División.

Adelanto en el tiempo, claro, hasta junio de 2014, época mundialista en la que Martín concretó su estadía en el Leganés. Cómo no, si el 21 ya había dejado, tras una temporada, su impronta marcada en todo el pueblo blanquiazul. De hecho, ya no se trataba de un préstamo, sino de una compra, caída en la noche de esta historia de 31 años. Punto de inflexión, arraigo mediante, para una carrera con acento europeo, pero embanderada por el frenesí del amante argento.


¿Amante? Claro, de la número cinco: su fiel compañera. Ésa que siempre le habló... en idioma español.

 

Mirá la celebración de Mantovani el día que Leganés llegó a la final por el ascenso

 

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