El tobillo maltrecho dijo basta y lo sacó de la cancha de una vez y para siempre. Se va el jugador que encandiló a Maradona, Francescoli y Riquelme. El que emocionó a la gente de River, Valencia Zaragoza y Benfica. Se despide el ídolo de Messi...
El mundo del fútbol identifica a Pablo César Aimar con la banda roja, pero la primera impresión -la que cuenta- la dejó con la Albiceleste: su fútbol vertical y elegante deslumbró a los cazadores de talentos que en 1995 se dieron una vuelta por Ecuador para ver el Mundial Sub17. Fue el primer capítulo de un libro que iba a tener páginas brillantes.
En 1997 empezó a tirar paredes con un tal Juan Román Riquelme y juntos le dieron brillo a un equipo de José Pekerman que ganó de punta a punta el Sudamericano Sub 20 de Chile. La sociedad futbolera se afianzó y ese mismo año la Selección Arghentina se quedó con el Mundial Juvenil de Malasia, donde Aimar se subió el podio de los mejores y recibió el balón de bronce.
Semejantes antecedentes en los juveniles de AFA lo catapultaron a la Mayor; el día de su debut, ante Lietchenstein, anotó un gol y ratificó que todo lo bueno que se decía de él no tenía una pizca de exageración. Su cambio de ritmo frenético y una gambeta impredecible lo pusieron en planta permanente: fue citado para dos Copas América (1999 y 2007) y jugó los Mundiales de Corea-Japón 2002 y Alemania 2006.
El balance final de su paso por la Selección -incluidos partidos oficiales y amistosos en todas las categorías- indica que disputó 79 partidos y convirtió 17 tantos. No consiguió títulos con la Mayor, pero tanto derroche de calidad lo premió con la idolatría de Lionel Messi.
Nóstálgico por la noticia del adiós, el crack del Barcelona escribió un mensaje que resume a la perfección lo que fue Pablo Aimar para el fútbol: "Se retira un grande, gracias por todo lo que nos hiciste disfrutar con tu magia".