“¿Quién habla de perder o ganar? Yo hablo de jugar... Nunca, créamelo, nunca, al entrar a una cancha, pienso en ganar o perder, yo pienso en jugar bien. Si lo consigo, mejor para mí”, le afirmó en una oportunidad Federico Sacchi a Raúl Goro, periodista de El Gráfico. Todo un síntoma. Un signo. Un criterio bien de época. De aquella época.
Sacchi se destacó y brilló durante la década del sesenta en nuestro fútbol, a partir de su elegancia para jugar. Su sello distintivo. Como defensor central, contaba con una gran capacidad para anticipar, por lo que recuperaba muchos balones durante el partido, a lo que le sumaba un excelente manejo de la pelota.
Tras iniciarse en Tiro Federal de Rosario, en el ascenso, llegó a Newell's Old Boys, donde el 7 de septiembre de 1958, hace exactamente 60 años, debutó en Primera División. En 1961 pasó a Racing, junto con Anacleto Peano, donde alcanzó su mejor nivel y salió campeón del torneo local de aquel año. Durante su estadía en el conjunto de Avellaneda, Tita Mattiussi, la histórica mujer encargada de la pensión de las divisiones inferiores, advirtió: “Yo siempre les digo a los muchachos de ahora que deben aprender de Federico. Nunca decía nada, ni en las buenas ni en las malas. Un señor de galera y bastón”.
Sus grandes actuaciones lo catapultaron a la Selección Argentina. En 1962 disputó el Mundial de Chile, siendo uno de los jugadores más destacados del conjunto nacional. En total, disputó 15 partidos entre 1960 y 1965, y marcó un tanto.
Junto con César Luis Menotti, en 1965, pasaron a Boca, donde también se consagró campeón del torneo local. Luego se fue a Perú, pasó por Brasil y finalmente recaló en Estados Unidos.
Como entrenador fue colaborador de Menotti en la Selección Argentina y trabajó con los Juveniles. También dirigió a San Martín de Tucumán, Tigre y las divisiones inferiores de Racing y de Atlético Rafaela.
Fue símbolo y referente. Todo un capítulo de prestancia para la historia grande de nuestro fútbol.