Estamos ante un nuevo itinerario de viaje. Largo. Y que comenzó en Pinamar hace más de dos décadas. Allá por los '90, pues, nacía en los pies de Santiago Falbo una pelota. La misma que fue trasladada directamente al césped, sin el típico paso previo sobre el cemento del baby-fútbol. Así, la fiel amiga del jugador acompañó el desarrollo de una destreza entrañable en infantiles, que se forjó en distintos clubes costeros. Hasta que, costumbre o necesidad, llegó la primera gran oportunidad para Santiago: San Vicente de Pinamar.
En un abrir y cerrar de ojos, el estilo de Falbo quedó enmarcado bajo una identidad polifuncional. Claro, arrancó de lateral derecho, pasó de 8 y hasta jugó de central, todo en su tierra natal. Pero la adolescencia tocó la puerta, siempre de la mano de la pelota, y deparó un futuro con valijas en mano, porque la promesa se mudó a Florencio Varela para emprender el camino hacia la profesionalidad en Defensa y Justicia. Primer sueño cumplido.
Y Santiago tomó vuelo con el Halcón: "Entendí y aprendí mucho en Defensa. Me di cuenta de que haciendo bien las cosas podía llegar a trabajar de lo que más amaba". De hecho, su esfuerzo por defender el balón lo llevó a un puesto preciado, columna vertebral de cualquier equipo en campo: mediocampista central. Pero las mejoras no se quedaron ahí, sino que elevaron su juego hasta el cielo. ¿Cómo? Exacto, Falbo subió a su primer avión. ¿Siguiente escala? Milán, Italia...
Etapa de estadías efímeras, se inició en el ASD Rogoredo Calcio y cambió de frente repentinamente para regresar a la Argentina: "Volví por un tiempo a Cambaceres". Pero el retorno a Europa no se hizo esperar, porque a menos de un año de su partida pisó nuevamente el Viejo Continente: recaló en Irlanda. ¿La camiseta representada? Bohemian FC, donde vivió una temporada inoldivable adueñándose de la mitad de la cancha. "Hasta me gritaron 'argentino, argentino' desde las gradas, fue inolvidable", afirma el protagonista. Y su carrera siguió en Bélgica (SV Wevelgem City) por un tiempo hasta que llegó el momento de cruzar, por última vez (aunque sea por ahora), el océano.
Así pues, el itinerario escribió una nueva página en Nueva Zelanda. Waitakere United se tituló. "Un país en el que el rugby es deporte nacional, pero que en materia fútbol está avanzando a pasos agigantados. Me encontré con grandes jugadores", confiesa el número 5. Número 5 que se sujetó a un sueño y subió hasta la cima del mismo: "Este deporte me dio demasiado, estoy más que satisfecho". Y, ¿cómo lo hizo? Simplemente, defendiendo a la número 5. Al instrumento preciado...
Ése que tiene sus mañas y ayuda a los que saben tratarlo. Por costumbre, tendiendo una mano a sus amantes. O por necesidad, porque, a veces, la calidad de quien la acompaña se ve obligada a dar un salto. Santiago Falbo bien lo sabe, ya que recorrió el mundo a su lado. Y aún tiene mucho por conocer: "He tenido la suerte de mezclarme en otras culturas y juntarme con muy buena gente. Pero siempre me pongo metas, y la próxima tiene que ver con pisar los cinco continentes. Llevo tres, así que allá vamos".