31/07/2015

De costa a costa

Para entender un poco más de qué se trata esta entrega, debemos ahondar en el talento que nace en tierras criollas. Sí, porque Argentina sigue siendo cuna de cracks, de distintos. Es cuna de sueños que parten desde innumerables regiones del país y se extienden alrededor del planeta fútbol para representarnos. A vos, a él, a nosotros. A todos. He aquí la primera de estas historias de amor por la pelota, firmada con nombre y apellido: Julián Cardellino.

Desde Mar del Plata para el mundo: así podría describirse el trazo marcado por la carrera de Julián, que comenzó gracias a la invitación de un amigo para fichar en un club de barrio. Argentinos del Sud fue la puerta de entrada para que aquel nene despliegue su juego. Un juego que, quizá, él mismo desconocía. Capacidad goleadora que lo hizo recibir varios llamados a lo largo de su infancia y adolescencia, siendo el primero de ellos desde Argentinos Juniors. Y aunque se tratara de una institución reconocida por su vínculo a la formación de profesionales, el perqueño atacante de 12 años decidió no hacer ese viaje a tierra porteña. "Me querían fichar, pero yo era muy chico y no quería separarme de mi familia, del colegio, de los amigos. Tenía todo allá", recuerda Cardellino.

Pero dicen que el fútbol da revancha. Correcta afirmación si avanzamos un tramo más en la epopeya de Julián, porque la segunda oportunidad le llegó unos meses más tarde, desde Kimberley. Se trataba, entonces, de uno de los grandes de La Feliz, que logró iniciarlo en un camino con la número 5 a los pies: "Hice todas las inferiores ahí, desde los 12 hasta los 17 años, cuando debuté en Primera". Desde allí en adelante, el Dragón, que militaba en el Argentino C, contaría con un delantero polifuncional en sus filas durante toda la temporada. Pero no de manera ininterrumpida, ya que una nueva invitación se apoderaría de la mente de Cardellino, y era, nada más y nada menos, de un club inglés.

Birmingham fue el destino. El primero que metió a Julián en el avión del futbolista. Y así llegó, decidido: "Cuando vino el representante y me dijo que tenía condiciones para ir a Inglaterra, yo entendí que mi carrera en el fútbol iba en serio", asegura el 9. Es que fue ésa la ruptura. El punto de quiebre que diferenció al gusto del trabajo. Su decisión final.

Allí, en la ciudad perteneciente al condado West Midlands, el argentino fue forjando su gusto por el gol. De hecho, la que sería una breve participación en los entrenamientos del club brtiánico se convirtió en una prueba de un mes, fruto del buen rendimiento del marplatense. Pero, casualidad o destino, aquel adolescente, que todavía no había cumplido los 18 años, debió volver a su tierra natal. "Fue una experiencia grata pero difícil, porque el inglés es un fútbol muy vertiginoso, ya que son todos altos y con gran porte. Así y todo, quedaron satisfechos con mi nivel, y eso me ayudó a confiar en mí, al darme cuenta de que tenía condiciones", afirma Julián, e instantáneamente se lamenta al recordar cómo terminó aquel trayecto: "Un problema con el pasaporte comunitario me impidió quedarme".

En su vuelta al país cerró una buena campaña con Kimberley y transitó un breve paso por Unión de Mar del Plata (jugaba el Argentino A), donde con 18 años no pudo tener demasiadas presencias. Luego, ya en el umbral de su vigésimo aniversario, regresó para efectuar sus desbordes en el club que lo vio nacer profesionalmente, que había logrado el ascenso al Argentino B. Instalado en casa nuevamente, Cardellino ayudó para que su equipo derroche fútbol en una campaña exitosa. Campaña que no pudo concluir junto a sus compañeros, o al menos la mayoría de ellos...

 

 

Corría la mitad de la temporada 2013/14 y, en vuelo oriundo de España, llegó una nueva oferta enaltecedora para Julián. En realidad, el interés incluía a él y a Damián Zamorano, uno de sus compadres en Kimberley. Y qué mejor que cruzar el mar con un conocido, con alguien que compartiera sus costumbres. Es que el tren europeo pasaba otra vez. ¿El remitente? Centro de Deportes El Palo, un espacio bien futbolero ubicado en la ciudad de Málaga. Exacto, una localidad costera, tal y como Mar del Plata. ¿La diferencia? Las aguas que tocarían los pies de estos dos soñadores provendrían del Mar Mediterráneo.

"Era todo nuevo para nosotros, tanto en el plano laboral como en el social", desliza el delantero. Casa nueva, vida nueva. Esperanzas renovadas. Invitación irrefutable a una experiencia única, pero no sólo para estos argentinos, sino también para el club portuario: "Cuando yo llego, El Palo se encontraba en la Segunda División B por primera vez en su historia, aquí en España es una categoría muy prestigiosa y de mucho nivel. Entonces eran aires nuevos para todos".

Y tanta incertidumbre se cortó cuando el balón giró por primera vez. Una mañana calurosa, con un viento similar al de la costa argentina, fue la primera de varias para Julián en el club andaluz. Allí mejoró todos sus recursos, desde su gambeta hasta su entrada al área rival, lo que derivó en una metamorfosis en su juego: pasó de ocupar todo el flanco de ataque a ser nueve de referencia. Así como hoy, con el arco entre ceja y ceja.

Tamaña aventura dejó muchas anécdotas para recordar, desde "el asado que me prometió Pablo Pérez", cuando el mediocampista (actual Boca) se desempeñaba en el Málaga, pasando por un llamado de un ojeador polaco que sirvió como nueva experiencia para el marplatense "durante sólo una semana, ya que me volví porque, comenzando por el idioma, hubiera sido muy difícil adaptarme", hasta completar una temporada y media en El Palo y anhelar un grito de campeón en la próxima. Todo eso fue lo que vivió Julián Cardellino. Un pibe como cualquier otro, cuyo destino estaba ligado, en principio, a la Administración de Empresas, pero que terminó siendo convencido por el mismo planeta fútbol para meterse en la piel del jugador. Y viajar a través del mar, siempre embanderado con la Celeste y Blanca.


Mirá  cómo juega Cardellino

 

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