¿Creen en el destino? ¿O atribuyen los sucesos a circunstancias casuales? Hay quienes se afilian a uno u otro partido. Lo importante, en definitiva, es el partido que juega cada uno. Y Danilo Rinaldi bien lo sabe, porque, siguiendo un orden lógico, o quizá de manera fortuita, encaminó su sueño desde San Nicolás hasta llegar a tierra europea. Siempre con el celeste y blanco como bandera. ¿Cómo es esto? Así...
Comenzó a tratar a la pelota en las inferiores de Chacarita, por lo que es fácil deducir que el armado de valijas era un ejercicio común en el delantero. En ese momento, pequeña promesa. Rápidamente, mudó su estilo potente a los clubes Conesa y General Rojo, ambos pertenecientes a la Liga Nicoleña de Fútbol. Luego, desarrolló un olfato goleador envidiable en el Argentino B, jugando para La Emilia. Y ya instalado en el 2008, afianzado como un buen jugador de Ascenso, le llegó una oferta que cambiaría su vida. Literalmente...
Su primo lo invitó a San Marino. Sí, a San Marino. La diminuta república que se ubica rodeada por territorio italiano. Allí aprendió idiomas, costumbres y hasta tuvo la gran oportunidad de vestir la casaca nacional de su nuevo país. Siendo titular como internacional, se dio el gusto de gritar con una camiseta que pocos festejos contabiliza. Las tapas de los diarios lo ilustraron: un argentino que cruzo el océano para jugar en el SS Virtus vino para ayudar a la selección sanmarinense.
En tanto, un pequeño retorno a su tierra natal lo tuvo dos años más en Conesa, pero su destino estaba en San Marino. La Fiorita fue, y es, su nueva casa. Y este último viaje trajo más alegrías: fue campeón del Trofeo Federal, de la Coppa Titano y del Torneo San Marino. Claro, sigue siendo futbolista de selección y siempre hay noticias de Danilo Rinaldi desde el Viejo Continente. Hasta se da el lujo de portar la 10. Asimismo, la número cinco, su fiel compañera, le permitió recorrer una liga poco frecuentada por sudamericanos y hasta le dejó recuerdos imborrables como hombre que defiende la bandera celeste y blanca. La de San Marino, lógico. Pero, ojo, porque la de Argentina siempre la tendrá tatuada en la piel.