Desde que asumió en 1974 como entrenador de la Selección, César Luis Menotti siempre pregonó el fútbol asociado, de pelota al piso y la constante búsqueda del arco rival. En 1978, con estas premisas como bandera, Argentina se hizo fuerte de local y consiguió su primer Mundial. ‘El Matador’ Mario Kempes se convirtió en leyenda a partir de sus goles, Daniel Passarella en ‘El Gran Capitán' y, con sus espectaculares atajadas, Ubaldo Fillol en uno de los mejores arqueros de la historia de nuestro fútbol.
El camino de la consagración se inició ante Hungría. En aquel partido, disputado el 2 de junio en el estadio Monumental, Argentina comenzó perdiendo pero logró darlo vuelta con tantos de Leopoldo Luque y Daniel Bertoni. Luego se aseguró el pase a la próxima ronda tras derrotar 2-1 a Francia (Passarella y Luque); y perdió 1-0 ante Italia, por lo cual se tuvo que trasladar a Rosario para jugar la siguiente fase. Las rondas semifinales quedaron conformadas por Argentina, Polonia, Brasil y Perú, por un lado; y Holanda, Alemania, Italia y Austria, por el otro. En el primer encuentro, el conjunto nacional venció 2-0 a Polonia. En aquel partido, Kempes se lució anotando dos tantos.
Tras igualar 0-0 ante Brasil, Argentina estaba obligada a superar a Perú por lo menos por cuatro tantos de diferencia. Aquella jornada, en el estadio Gigante de Arroyito, el conjunto de César Luis Menotti mostró su mejor versión: fue un equipo arrollador, ganó 6-0 y se clasificó a la final, donde esperaba Holanda, subcampeona del certamen cuatro años antes.
El domingo 25 de junio, el mundo se paralizó para seguir las alternativas del partido disputado en el estadio Monumental. A los 38 minutos del primer tiempo, Kempes desató la euforia de los hinchas argentinos tras marcar el primer tanto. A poco del final, Dick Nanninga igualó el encuentro, por lo que se tuvieron que jugar 30 minutos adicionales. Allí, el conjunto nacional pasó al frente con otro tanto de Kempes, quien finalizó como goleador del certamen. A poco del cierre, Bertoni convirtió el 3-1 final.
Tras el pitazo del juez, miles de hinchas argentinos celebraron la conquista y vitorearon a los jugadores. Cuando el capitán Passarella levantó la Copa del Mundo, el objetivo estaba cumplido: Argentina había conseguido el tan ansiado título.